Autism

La dieta de carbohidratos específicos

• Monosacáridos (glucosa, fructosa, galactosa): frutas, miel, yogur bien preparado y ciertas verduras.

• Disacáridos: sacarosa (azúcar común), lactosa (azúcar de la leche), maltosa (almidón) y la isomaltosa (almidón). La sacarosa se ​​descompone en glucosa + fructosa por la enzima sacarasa, la lactosa se ​​descompone en glucosa y galactosa por la enzima lactasa, el almidón (maltosa e isomaltosa) se descompone en glucosa + glucosa por la enzima maltasa y la isomaltasa. ¡Muchas de las formulaciones de medicamentos, vitaminas y minerales contienen lactosa!

• Polisacáridos (almidón: amilosa y amilopectina, del modo que se encuentran en vegetales y granos). Cuanto mayor sea el contenido de amilopectina, tanto más difícil será de digerir.

 

Metabolismo de carbohidratos y el tracto intestinal

La glucosa es el único azúcar que nuestro cuerpo es capaz de quemar. Por esta razón todos los azúcares que terminan en nuestro cuerpo necesitan ser convertidos en glucosa. Esto sólo se puede hacer con la ayuda de enzimas que produce el propio organismo. A diferencia de la sacarosa, la lactosa y el almidón, la glucosa no requiere ninguna digestión y se absorbe rápidamente en el intestino delgado. Los niños que sufren de diarrea tienen una pared intestinal dañada, lo que conduce a una intolerancia a los disacáridos (como el azúcar regular). Este daño de la pared intestinal genera una producción excesiva de moco por parte de las células de la pared intestinal, lo que impide que  las enzimas digestivas presentes las células de absorción intestinales actúen sobre los disacáridos. De este modo, los azúcares se convierten en alimento para todos los tipos de bacterias, provocando un desequilibrio en la flora intestinal. Estas bacterias generan productos de desecho que se absorben hacia el torrente sanguíneo, siendo tóxicos para el cuerpo. Como regla general, el estómago y la parte superior del intestino delgado son el hogar de cantidades más pequeñas de bacterias intestinales que en la última parte del intestino delgado y el colon. El crecimiento bacteriano excesivo del estómago y el intestino delgado puede ser causado por los los medicamentos que bloquean la producción del ácido gástrico, la desnutrición o la malnutrición acompañada de un defecto del sistema inmunológico, la vejez y por último, pero no menos importante, el uso de antibióticos que permiten a las bacterias mutar. Este exceso de población bacteriana en el estómago y en el intestino delgado puede poner en peligro la absorción de la vitamina B12. Además hay un aumento en la producción de gas y productos de fermentación que mantienen la malabsorción y el trastorno intestinal. Asimismo, en la pared intestinal se forma una gruesa capa de moco para protegerse del contenido intestinal agresivo, lo que a su vez incrementa la mala absorción. Un problema adicional son las levaduras, bacterias y parásitos que ingresaron al intestino delgado, donde causan daños a la pared intestinal y, por lo tanto destrucción de las enzimas importantes. La lactasa es la primera enzima en ser afectada de este modo. Esto explica por qué existen tantos problemas con la leche y los derivados lácteos, pues estos no pueden ser digeridos sin la intervención de la lactasa. Cuando la situación se vuelve más seria existe la posibilidad de infección y ulceración intestinal, conocidos como graves trastornos: enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, celíaquía, diverticulitis y diarrea crónica. Todos estos problemas pueden ser eliminados con la ayuda de la dieta de carbohidratos específicos, que priva a estas bacterias de su fuente de alimentación. Las bacterias se alimentan de azúcares no digeridos que quedan en el intestino y que a su vez se convierten en gases y ácidos (ácido-D-lactico) y otros subproductos microbianos. Estos ácidos dañan las paredes del intestino delgado y provocan actividad anormal del cerebro y trastornos de comportamiento, debido a que llegan hasta el cerebro vía sanguínea. Asimismo, el sistema nervioso y el cerebro pueden ser afectados por la malabsorción de vitaminas y minerales. De este modo, estos trastornos intestinales pueden provocar epilepsia, esquizofrenia, confusión, agresividad, desorientación, visión borrosa, falta de juicio, comportamiento agresivo, problemas del habla, marcha inestable, ojos desorbitados, amnesia y comportamiento excéntrico. Es necesario mencionar que una correcta digestión depende, en gran medida, de los fluidos digestivos del páncreas. La fibra alimenticia representa un importante producto que retiene una suficiente cantidad de agua intestinal para evitar que las heces se vuelvan demasiado duras y secas. ¡La fibra no se digiere en el intestino!

Dieta de carbohidratos específicos (DCE) o libre de  gluten

La DCE básicamente se origina a principios del siglo pasado, fue desarrollada por el Dr. John Howland para el trastorno celíaco. El Dr. Haas continuó desarrollándola y luego de tratar a 600 pacientes celíacos llegó a la siguiente conclusión: "Vemos curas completas sin ninguna recaída, no hay cifras de muertos, no hay crisis, no hay problemas en los pulmones ni inhibición del crecimiento." (1949). Sin embargo, poco tiempo después, un grupo de profesores del departamento de farmacia, pediatría y ciencias de la salud juvenil de la Universidad de Birmingham, tras realizar un estudio con tan sólo diez niños, llegaron a la conclusión de que la enfermedad celíaca no fue causada por los hidratos de carbono en el grano sino más bien por la proteína del gluten presente en la harina de centeno y trigo. Mucho después se descubrió no ser una alergia real al gluten, sino más bien un efecto de sellado de los hidratos de carbono provocado por el gluten, que obstaculiza parcialmente la digestión de los hidratos de carbono. Cuando se retira el gluten y posteriormente agrega a la harina, no se observan problemas digestivos. Asimismo, el método de diagnóstico dejó de aplicarse, debido principalmente a que se basó en biopsias, en lugar de apuntar hacia los síntomas típicos. Esto condujo a que un gran grupo no sea correctamente diagnosticado, a pesar de que las personas efectivamente presentaban los síntomas del trastorno. Además, la dieta libre de gluten no alivia al paciente de otros problemas intestinales graves que no clasifican como síntomas típicos celíacos. Por otro lado, la DCE es eficaz en un nivel mucho más amplio.

Trastornos intestinales y cerebrales

Ya en 1908 se concluyó que algunos pacientes que sufrían de diarreas y mala absorción prolongada también presentaban degeneración del cerebro, médula espinal y otros tejidos nerviosos. Se comprobó que los síntomas de parálisis y diversos trastornos psiquiátricos eran causados por la mala nutrición, que a su vez se debía a la mala absorción a causa de una enfermedad intestinal y la producción de toxinas que afectan la función normal del cerebro. En los años setenta y ochenta se descubrió que los pacientes que eran menos capaces de descomponer y absorber los nutrientes debido a una extirpación parcial del intestino delgado, a menudo desarrollaban síntomas neurológicos tales como la agresividad, desorientación repentina, visión borrosa, falta de juicio, comportamiento ofensivo, problemas del habla, andar inestable o con pequeños pasos, ojos desorbitados, confusión y delirio.

Trastornos intestinales y autismo

La DCE ve el problema digestivo de los niños autistas como un trastorno en el proceso de fermentación bacteriana y sus consiguientes problemas:

1 . Producción de grandes cantidades de ácidos grasos de cadena corta (ácidos orgánicos tales como el ácido-D-láctico).

2 . Reducción del pH (parámetro que indica grado de acidez) de la sangre por la absorción de estos ácidos.

3. Crecimiento bacteriano excesivo debido a carbohidratos no digeridos al final del intestino delgado y colon.

4. Mutación (cambios) de las bacterias causadas por los ácidos y antibióticos.

5. Producción de toxinas por parte de bacterias nocivas.

 

De acuerdo al Instituto Pfeiffer, el 85% de los niños autistas sufren de trastornos digestivos. Un estudio de investigación con 400 niños autistas llevado a cabo por el Hospital General de Harvard mostró que el 55% sufría de una deficiencia de lactasa y el 15% padecía deficiencia de lactasa y de disacáridos. Asimismo comprobaron que la digestión de los hidratos de carbono se veía obstruida a nivel de las células intestinales absorbentes. Todo esto constituye el principio básico de la DCE: evitar que los disacáridos lleguen al intestino.